Una vez que me di por enterado que entraba a Táchira, me dió un alivio porque estábamos cerca de salir del país (sueno como fugitivo) pero como les contaba anteriormente el hecho de estar mas cerca de San Antonio del Táchira era como si estuviésemos mas cerca del cielo.
Pero nuestra peregrinación se vio truncada cuando una alcabala de la policía del estado nos detiene y dos efectivos se montan en la unidad a revisar documentos (aquí aplica lo de el mismo negro con diferente Cachimbo), ya estábamos hasta la coronilla pero dijimos “bueh… una mas”
Todo iba con normalidad hasta que uno de los policías mando a bajar del autobús a uno de los pasajeros porque le daba suspicacia su cédula de identidad, valga acotar que el pobre señor era un naturalizado, a quienes se les da una cédula de color amarilla mientras que las identificaciones para los venezolanos por nacimiento son blancas.
El policía muy gentil él –valga acotar- sube a de nuevo a comparar otras cedulas de las mismas características a ver si no es él el de el error, nuestro asombro fue el escucharle que el sospechoso iba a pasar 72 horas detenido mientras se le hace las averiguaciones. Inmediatamente bajo una señora que supongo era su esposa y habla con los agentes, después de media hora se solucionó el embrollo, se subieron de nuevo el señor de la cédula y su esposa.
Después del episodio logro conciliar el sueño que había estado muy intermitente gracias a las labores de seguridad/ladilla/matraca de las autoridades, a la hora abro los ojos y veo que al fin estamos en San Cristóbal que reconozco por un elevado que queda al salir de ésta ciudad (si hay alguien de allá que me diga como se llama esa zona se lo agradeceré). Feliz por estar cerca me duermo.
Nunca escuché la voz del chofer como música celestial en mis oídos cuando anuncia por medio de las cornetas “señores pasajeros los que tengan que sellar su salida por favor bajen y diríjanse a la oficina de la Onidex”.
¡Si Dios! ¡Eres grande! ¡Ya estamos en San Antonio del Táchira!
Mi corazón palpitaba de felicidad, no cabía dentro de mí, no podía creer que al fin estábamos ahí después de 20 LARGAS HORAS!!!
Antes de dirigirme a la oficina de la ONIDEX busco un cajero automático porque ya me había quedado sin efectivo, tres cuadras mas adelante frente a la plaza Bolívar lo encuentro, saco plata y me voy corriendo de vuelta. Llego a la oficina y me topo con el funcionario en su máxima expresión (valga decir sin ningún tipo de educación, mal encarado y sin una respuesta convincente a las dudas que le hace el público), me sella la salida del país y de nuevo para el autobús.
En cinco minutos estábamos atravesando el Puente Internacional Simón Bolívar.
Guelcom to Colombia
Al atravesar el puente inmediatamente esta una bonita casa que sirve como sede del DAS donde debes sellar tu entrada al país. Es como medio colonial, con oficinas, una sala de espera y un afiche con los mas buscados por las autoridades colombianas (de hecho la foto de Raúl Reyes esta tachada y le escribieron “muerto”)
Mientras hago la cola en la parte de afuera de la casa veo alrededor y me percato que aun queda basura del concierto que habían realizado hace dos días en el puente y me doy cuenta del engaño al que uno se somete cuando ve la televisión: en las pantallas esto se veía gigantesco pero cuando lo ves in situ te das cuenta que no es tan grande y que 300.000 personas no caben aquí ni de vaina.
A lo sumo 100.000 y va que chute.
Una vez que me sellan la entrada a Colombia en el DAS hay que esperar un poco antes de retomar carretera, algunos aprovechan para desayunar, otros para tomar un cafecito (ups, ya en este lado de la frontera hay que decir tinto), también se aprovecha para cambiar los Bolívares y-que-fuertes por pesos, conversar un poco entre nosotros y los choferes del bus le dan mantenimiento preventivo a la unidad.
A medida que pasa el tiempo el silencio de la mañana se ve interrumpido por el despertar de un paso fronterizo como este: la calle se llena de carros y gandolas, venezolanos que van a trabajar a Cúcuta, colombianos que van a trabajar a San Antonio, taxistas que van y vienen a ambos lados de la frontera, mas autobuses, almojábanas, tintos, bellas mujeres que cambian bolívares y pesos y el calor que empieza a apretar.
Por cierto, esto es Villa del Rosario, Cúcuta es como a media hora del puente.
Los conductores terminan de arreglar el autobús y nos dicen que es hora de continuar el camino, son las 8:00 a.m. en Colombia y aun quedan 18 horas para llegar a Bogotá y para contemplar paisajes que no conozco todavía.
Próximo capítulo: Los Santanderes, mi reencuentro con el chocoramo, Boyacá y Bogotá
1 comentarios:
Perro,pobrecito de tí :(
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